Un espacio de lectura y reflexión sobre Gestión Empresarial y Liderazgo. Y si quieres todavía más… todos los JUEVES a las 16:20 (GMT+1), en CAPITAL RADIO, mi sección "QUIERO SER UN BUEN JEFE"
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Mi primer jefe era alemán. Un día le pregunté que cuál era, según su punto de vista, el rasgo predominante de la cultura ibérica. Me respondió rápidamente, como si hubiera reflexionado alguna vez sobre ello, que era el Orgullo. ‘Y eso es bueno, o malo?’, le pregunté. Haciendo uso del lenguaje directo germánico, me dijo: ‘En sobredosis es mortal’.
Mis colegas británicos opinan exactamente igual, lo que comienza a darle rango de categoría a la afirmación de mi primer jefe.
El recuerdo de aquella conversación nunca me abandonó. Me afanaba en observar en mí mismo y en mi entorno algún rasgo de ese pernicioso Orgullo. La verdad es que lo detecté muy rápidamente, así como sus gradaciones y sus efectos.
El Orgullo es un derivado del Ego. El Ego sirve, básicamente, para 2 cosas cuyos resultados son antitéticos:
1. Por una parte, para reponernos de los tortazos que nos da la vida y continuar adelante. Y para mejorar como persona y como profesional.
2. Por otra, para impedir la mejora propia y la colectiva. Sí, habéis leído bien: he dicho ‘para impedir’. Es decir, para empeorar como persona y como profesional.
El primer caso es un buen uso del ego. El segundo se produce por exceso y es muy nocivo.
‘Mi nombre es Daniel y sufrí de exceso de ego’.
Estos eran los síntomas que padecí, por si te ayuda a superar la enfermedad:
– ME MOLESTABA QUE ALGUIEN TUVIERA MEJORES IDEAS QUE YO: me afanaba por encontrarle puntos débiles al argumento de mi interlocutor.
Antídoto: agradece y reconoce las buenas ideas, y a las personas con buenas ideas. Cuesta un poco al principio, pero con práctica lo puedes conseguir. Incorporando y reconociendo las ideas de los demás tú también mejoras y te ganarás el respeto de los que te rodean porque serás alguien justo.
– TENÍA QUE TENER LA RAZÓN EN LAS DISCUSIONES: buscaba la manera de no aceptar los razonamientos sensatos de mi interlocutor.
Antídoto: dile a la otra persona que su punto de vista es interesante, que no lo habías visto desde esa perspectiva. Y concédete el privilegio de rectificar tus opiniones. Piensa por un momento en las personas que te enervan porque niegan la evidencia. ¿Qué piensas de ellos? ¿Valoras su testarudez insensata, o todo lo contrario? Pensarás, con toda probabilidad, que su ego no les deja reconocer que están equivocados. Y su compañía acabará por resultarte desagradable. Pues esa misma opinión tendrán de ti si te comportas igual. Por el contrario, si reconoces que sabes rectificar, ganarás autoridad moral y credibilidad. Nunca es tarde para cambiar. Hazlo!
– NO PEDÍA AYUDA: Tenía que salir solo de mis dificultades.
Antídoto: reconoce que eres humano y que no puedes llegar a todos los lugares solo. Pide opinión y ábrete. Tus relaciones de confianza serán de mayor calidad. Reconozco que este punto es el que más me cuesta todavía y no he conseguido erradicarlo plenamente.
Afortunadamente creo que ya estoy muy curado de todo esto que os cuento. Requiere un trabajo personal de lucha interna no fácil, pero se puede. Si te encuentras donde yo me encontraba, recuerda que depende de ti salir de esa Estación de la Mediocridad que es el exceso de ego. Cuando practicar esos antídotos se convierta en un hábito, te sentirás mucho más pleno y relajado.
El ego tiene otras manifestaciones, tanto o más dañinas. Afortunadamente solo he padecido las tres que he mencionado, que no es poco. En otra ocasión hablaré sobre esos otros síntomas.
Luchemos contra nuestra mediocridad.
Bienvenidos a un futuro mejor!
Daniel Sánchez Reina
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Gracias por el link a tu blog, Lorente. He leído algunos artículos y me han parecido muy interesantes. Celebro haberte encontrado. Un saludo.