Un espacio de lectura y reflexión sobre Gestión Empresarial y Liderazgo. Y si quieres todavía más… todos los JUEVES a las 16:20 (GMT+1), en CAPITAL RADIO, mi sección "QUIERO SER UN BUEN JEFE"
Si prefieres verlo en vídeo, clica aquí o sobre la imagen
Observo con demasiada frecuencia que los adultos no opinamos, no nos pronunciamos cuando estamos en grupo. En reuniones colectivas en los colegios, en reuniones de vecinos, o en la presentación de un curso al que nos hemos apuntado.
Pondré un ejemplo: ¿por qué en una conferencia, ante una simple pregunta de rigor de un ponente, del tipo ‘¿se ha comprendido?’ o ‘¿les queda algo una duda?’ ni tan siquiera asentimos o negamos con la cabeza? Nos quedamos inmóviles como pasmarotes. A mí me ha ocurrido siendo ponente y se me queda cara de estupefacción.
Es como si fuéramos por la vida sin querer ser apercibidos, como si fuéramos transparentes o invisibles. Eso sí, cuando pierde nuestro equipo de fútbol, entonces sí que hablamos, o mejor dicho, vociferamos. ¿Sabemos discutir civilizadamente? ¿Sabemos utilizar el arte de la dialéctica para compartir o contraponer opiniones? Sinceramente, creo que no. Y que nuestra cota de mediocridad se eleva incesantemente debido a nuestros silencios. Y que los cuatro aprovechados de turno, entre ellos muchos de nuestros representantes, sin escrúpulos ni vergüenza, se aprovechan de nuestro silencio indiferente para campar a sus anchas.
¿Realmente es indiferencia lo que significa nuestro silencio? ¿O es complejo borreguil? Si nuestro interlocutor interpreta que somos un rebaño, así nos tratará, como a un rebaño. Es más, me atrevo a afirmar que en efecto somos eso: un manso y servil rebaño. Alguien me podría decir: ‘claro que tenemos opinión, lo que pasa es que no la expresamos’. Yo le replicaría que a la no expresión, al silencio, no le podemos otorgar significado. Tan solo podemos interpretarlo, y cada cual lo hará a su conveniencia.
Nos sobran silencios y nos falta asertividad. No hemos sido educados para la discusión civilizada, sino para matarnos a palos cuando disentimos. Esta huella antropológica tan solo se elimina con educación. Pero claro, para ello se necesitan padres y educadores y sociedad que no solo transmitan esos valores, sino que los practiquen y enseñen a practicarlos. La dialéctica, ese arte que nos dejaron en herencia los griegos, permite que la contraposición no paralice sino que dinamice.
Lamento no poder ser optimista respecto a una solución temprana. Somos rebaño y lo continuaremos siendo durante algunas generaciones más. Dado que mis hijas no verán ese cambio y tendrán que luchar –si quieren- para no ser rebaño, el consejo que les doy es que emigren a otros países donde puedan desarrollarse como ciudadanos. Me cuesta confiar en este país en el corto y medio plazo. Sé que voy a recibir muchísimas críticas por lo que estoy diciendo. Os agradecería a los críticos que me rebatáis con argumentos, por favor, utilizando el noble arte de la dialéctica.
Me cuesta confiar en un país que no confía en sus representantes y se lo calla. O que espera a que pasen los 4 años de rigor para votar a otro o, lo que es peor, para quedarse en el sofá de su casa quejándose de todo pero sin aportar nada, ni siquiera su papeleta en la urna.
Me cuesta confiar en un país que antepone la ley a la legitimidad.
Me cuesta confiar en un país que no cree en la educación ni en la investigación.
Me cuesta confiar en un país que no articula mecanismos legales para evitar la asfixia crediticia de las empresas.
Me cuesta confiar en un país que espera sentado a que las cosas sucedan o a que otro le saque las castañas del fuego.
Me cuesta confiar en un país que no es país sino rebaño.
Y, sobre todo, me cuesta confiar en un país que, ante toda esta desconfianza, calla.
Luchemos contra nuestra mediocridad.
Bienvenidos a un futuro mejor!
Daniel Sánchez Reina
Sigue mi blog: http://lideragora.net
Sigue mi canal Youtube: http://goo.gl/FRaoSM
Sígueme en Twitter: https://twitter.com/DanielSnchezRna
Se puede decir más alto pero no mas claro, Panem et circenses. Desgarra la moral que aquí incluso quitando el «panem» siga funcionando. Aun así me niego a compartir ese derrotismo, tiene que haber algún resorte que cambie este autismo, ya lo hubo antes, soy incapaz de decir cual, ni siquiera acierto a perfilarlo, pero tiene que estar ahí porque todas las cavernas tienen una salida.
Cuánta razón, Blackice! Aquí ni sin el ‘panem’!
Ojalá tengas razón y esta caverna tenga una salida, pero la veo lejos todavía.
Hola Daniel,
creo que es una mezcla de todo.
Por una parte no nos educaron para participar ni hablar en público, con lo que tenemos un sentido de ridículo muy alto. Las generaciones futuras creo que están más preparadas para ello, por lo que estoy viendo, y así espero que sea.
Por otro lado también se puede mezclar cierto miedo a destacar, pues si destacas te toca ser responsable con lo que has dicho o hecho, y ahí entra la cuestión. ¿Estamos preparados para esa responsabilidad? Parece que no la queremos.
Y por último, en algunos casos puede haber cierto pasotismo o indiferencia, como indicas.
Menuda mezcla mas interesante, ¿no? Patético.
Un abrazo
Carme
Sí, el miedo a asumir responsabilidades es un factor más, coincido plenamente. Ojalá las nuevas generaciones comiencen el cambio cultural!
Dani, siento ser más pesimista que tú (¡por una vez!), pero esta actitud de «no destacar» se fomenta en los niños en casa, en la escuela y en todas partes. Se habla mucho de «fomentar el espíritu crítico», pero cuando un niño, un joven o un adulto se ponen en pie y expresan su opinión (que no es lo mismo que repetir como un loro lo que acaba de oír), muchas veces son tildados de «individualistas» «raros» o «descarados».
Y respecto al «panem et circenses», en este país lo más importante es lo segundo.
En efecto, Àfrica. Es cultural. No podemos hacer más que influir en nuestro entorno más inmediato para fomentar y respetar la diferencia. Time will tell…
Daniel,
Gracias por la provocación, así que esta vez no me quedaré en silencio. Creo que mezclas dos temas, uno que me interesa mucho: ¿porqué nos quedamos callados en las clases, conferencias, trabajo …? y otro sobre la lamentación de la situación política de nuestro país, que (en mi opinión) es un autoflagelamiento que no lleva a nada constructivo.
Sobre el primero creo que es una experiencia que todos los que trabajamos en empresas multinacionales tenemos en cuanto salimos fuera: no hemos sido educados en dar nuestras opiniones y por lo tanto tenemos miedo a hacerlo mal…luego nos sorprendemos cómo compañeros con ideas bastante simples brillan más porque son capaces de expresarse y participar. Tampoco hay que negar que aparentemente es mucho más cómodo permanceser en silencio dejando pasar la oportunidad de ponerse en juego y sin duda equivocarse algunas veces. Creo que hay que cambiar esta educación desde casa pidiendoles a nuestros hijos su opinión y empujándoles a que participen en clase.
Saludos
Esteban
Creo que debemos cambiar esta educación desde casa
Esteban, has tocado el punto clave para poder darle la vuelta a esta situación: comenzar por la educación a nuestros hijos. Yo intento hacerlo lo mejor que sé y que puedo, simplemente dejándoles verbalizar todo lo que quieran y, en todo caso, rebatiéndoles el contenido, jamás el hecho de haberlo verbalizado.
Respecto a la cuestión política, puede parecer que mezclo cosas, pero lo que pretendía trasladar es que nuestros silencios provocan que no pase nada ante la magnitud de los escándalos que observamos.
Gracias por tu aportación.
Ok, la gran mayoría hemos sido educados de tal manera que solemos caer en este tipo de comportamientos pero … ¿y qué? o mejor dicho, ¿qué vamos a hacer para cambiarlo?, ¿cómo vamos a aportar nuestro granito de arena para que la gente sobre la que podemos influir quiera cambiar?, …
Personalmente, creo que para que la frustación se convierta en motivación, optmismo, etc. los que nos damos cuenta de estos comportamientos debemos actuar.
Ciao
Sí, Rubén. Darse cuenta de cuándo uno mismo cae en esos comportamientos es fundamental para rectificar y tomar el rol de protagonista en vez del de observador. Y con nuestros hijos también: enseñémosles a decir lo que piensan, con respeto. Gracias por aportar.
Sent from my iPhone
>
Vamos a lo fácil, a ser borrego, a no pensar, a hacer lo que haga la mayoría. Si no tienes opinión, no tienes valores, si no tienes valores te da todo igual.
Tenemos que enseñar a nuestros hijos a que luchen por lo que creen y por lo que son, a que defiendan su verdad aunque se dejen la vida en ello porque no hay mayor satisfacción que ser tu mismo y luchar por lo que crees. Ser tu mismo y luchar por lo que crees, es ser libre y auténtico pero para ello hay que esforzarse y te pueden tildar de loco y raro. Importa más cubrir apariencias…
Además de borregos, seguimos la filosofía de mirar solo nuestro ombligo y cuando vamos a hacer algo en lugar de preguntarnos como puedo ayudar pensamos que gano yo con eso, como si nuestra vida pudiera desmejorar por ayudar a otros.
Prefiero estar «loca» que ser una insensible borrega, esa es mi filosofía de vida, porque la vida es un regalo yo elijo la de ir en contra corriente, no tengo nada que perder y sí mucho que ganar.
Muy valiente, Montse. Con el respeto como herramienta, tu actitud es la que suma y genera cambios. También enemistades, pero no dejaremos de ser nosotros mismos por ello.