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El pasado 23 de abril tuve el honor y placer de poder firmar mi libro ‘EL DILEMA DEL DIRECTIVO’ (www.eldilemadeldirectivo.com), co-escrito con Isabel Iglesias y publicado por LID Editorial, en varias librerías de Barcelona, coincidiendo con la celebración del Día del Libro (Diada de Sant Jordi, como se conoce a ese día en Catalunya).
En una de las librerías donde firmé coincidí con otros escritores, la mayoría de ellos novelistas -yo me dedico al ensayo-, que también disponían de su espacio para firmar ejemplares: Donna Leon, Eduard Punset, Luz Gabás, Teresa Viejo, Leopoldo Abadía, Rosa Regàs, Vicenç Pagès i Jordà y… Belén Esteban.
Destaco a esta última porque la experiencia de compartir espacio con ella me ha inspirado este post.
Que Belén Esteban haya publicado un libro -según me han contado fuentes fidedignas, ella misma ha reconocido que ‘se lo escribieron’- me trae sin cuidado, ni para bien ni para mal. Es muy libre de hacer lo que le plazca. Y que le concedan un espacio para firmar el Día del Libro es justo, natural y necesario comercialmente.
Lo que me pareció recriminable y vergonzoso fue la actitud de su público. Era tal la avalancha de gente (en su mayoría mujeres entre los 40 y los 80, y lo digo sin ningún ánimo peyorativo sino meramente descriptivo), que cualquier parecido con una línea ordenada de personas era pura coincidencia. Ocuparon todo el espacio que era físicamente ocupable, como hacen los gases cuando se les libera del recipiente que los contiene. Incluso invadieron el espacio del que disponíamos el resto de escritores para atender a nuestros lectores. Esas personas incívicas nos taponaron y nos invisibilizaron. Ese público de Belén Esteban lo ocupaba todo de manera caótica y poco respetuosa. Me dolió especialmente por la mala imagen que se llevaría la reputada escritora de novela negra Donna Leon, estadounidense afincada en Venecia desde hace muchos años, al observar atónita cómo sus lectores difícilmente podían llegar hasta ella a consecuencia de los incívicos. La propia organización del evento se vio superada por las circunstancias, impotentes para mantener el orden.
Alguien pensará que estoy siendo demasiado suave criticando tan solo la actitud de su público y no a la propia Belén Esteban. Pues sí, así es. No pienso criticar a la señora Esteban. Lo bueno que tiene la sociedad hiperconectada actual es que amplifica los mensajes. Así que, en el supuesto de que ella sea necia o se comporte con necedad, se pondrá en evidencia ella sola.
Mis dardos continúan lanzándose hacia su público. Su libro es un superventas, un best-seller. Cualquier persona mínimamente informada en España sabe que esa señora no goza del don de la expresión verbal, ni de la oratoria ni de la dialéctica. Es conocida por su participación como tertuliana en programas de línea amarilla y rosa -qué injusto para esos dos bonitos colores verse involucrados en contenidos de tan bajo nivel-. Y me ratifico en que no estoy criticando a la señora Esteban. Ella puede hacer lo que le dé la gana. Pero que su público sea tan numeroso e incívico me retrotrae al secular déficit educativo de nuestro país.
¿Alguien piensa que el fenómeno ‘Belén Esteban’ es independiente del informe PISA, en el que nuestros estudiantes quedan en las últimas posiciones en materia de comprensión matemática y lectora? ¿O de que, en los informes equivalentes en adultos, haya quedado patente que carecemos de esas mismas habilidades? Ojo al dato: eso demuestra que nuestro encefalograma educativo es plano, ya que se mantiene pésimo generación tras generación. ¿O de que seamos uno de los países en que más nos cuesta entender el funcionamiento de aparatos de uso común del día a día? ¿O de que el 24% de los españoles nunca haya entrado en Internet, frente al 3% de los noruegos?
Pues a mí no me parece que sean cosas independientes. Es el mismo pack: el de la mediocridad educativa en la que estamos inmersos. No nos salvamos nadie, ni alumnos, ni padres, ni educadores, ni políticos. Y ya basta de utilizar eufemismos y pretextos. Somos un puto desastre de país en materia educativa. Porque peor que ser incompetente es ser inconsciente de la propia incompetencia. Es la negación de cualquier posibilidad de mejora.
No caigamos en la tentación de responsabilizar a los elaboradores de estos estudios sociológicos. No matemos al mensajero. Podríamos cuestionar su elaboración si nuestra posición fuera más digna. Pero siendo los últimos o penúltimos en todos estos estudios, hacia donde deberíamos mirar es hacia dentro. ¿Qué hacemos mal? ¿La solución pasa por un plan educativo estable y a largo plazo? Sí, es parte de la solución. Pero no toda. Se necesita mucho más que eso: nos necesita a todos.
Sin ánimo de simplificar un problema complejo, pero a modo de pequeñas cosas que podemos implementar en nuestro día a día, aquí arrojo unas reflexiones:
– Padres y madres: eduquemos en la cultura del esfuerzo y demos ejemplo del gozo intelectual que es la formación. Que nos vean leyendo, debatiendo, hablando de cosas verdaderamente enriquecedoras e importantes para su vida y no solo del todopoderoso y omnipresente fútbol, ese reemplazo de Dios, nuevo opio nietzscheniano. Si el filósofo levantara la cabeza se volvería a la tumba de inmediato al ver que un simple balón puede anestesiar el cerebro en mayor medida que antaño los curas en sus púlpitos. Y que nuestro visionado de basura televisiva se vea compensado con algún elemento cultural, por favor! Hazlo por tus hijos, concédeles algo más elevado que los chismes y las noticias del corazón. Y diles que no esperen a que mamá Estado les dé un puesto de trabajo o un subsidio, que se busquen la vida, que se esfuercen, que sueñen y se arriesguen, que creen ideas o que apoyen a las empresas socialmente responsables y se integren en ellas… o que se larguen de este país si consideran que no los merece. Que no esperen a que las empresas les formen. La formación se trae de casa, como la ropa o la piel, porque es signo de inquietud por superarse y de creer en las propias posibilidades. Si tú no demuestras que tienes voluntad de superación, ¿cómo va a pensar una empresaria que te esforzarás por hacer su empresa mejor? Si tú no crees en ti, ¿por qué tendríamos que hacerlo los demás?
– Educadores: por lo que a mí respecta tenéis permiso para exigir más a mis hijos; no nos dejéis solos a los padres y madres en la lucha por la adquisición de hábitos de esfuerzo. Hace dos décadas nos pedíais, con toda la razón del mundo, que nos implicáramos en la educación de nuestros hijos. La mayoría de nosotros lo hemos hecho. Ahora os devuelvo la petición: implicaos en que mis hijos piensen por sí mismos, que sean ciudadanos críticos, que hagan prácticas en defender una idea y su contraria para desarrollarles la empatía, que distingan los matices que existen en todo ideario, y que amen la belleza que espera ser aprehendida detrás de todo conocimiento.
– Políticos actuales: … … … lo siento, después de mucho pensar no sé qué deciros. No pienso perder el tiempo diciendo cosas de manual que deberíais saber mucho mejor que yo. No tenéis remedio. Tenéis suerte de que el pueblo esté anestesiado con el fútbol y el amarillismo (¿o es que quizás es lo que buscáis?). Vuestra incompetencia en materia educativa me da mucha pena. No, no es pena por vosotros. Siento pena porque sois un fiel reflejo de la mediocridad predominante en nuestra sociedad.
Luchemos contra nuestra mediocridad.
Bienvenidos a un futuro mejor!
Daniel Sánchez Reina
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Conoce ‘EL DILEMA DEL DIRECTIVO‘ (Isabel Iglesias y Daniel Sánchez Reina, LID Editorial)
Hola Dani jo crec q tindries que enviar aquest article a un diari Crearías polémica se enfadaría molta gent i potser donaría de pensar a molts altres Felicitats es una bona reflexió Una abraçada
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Gràcies, Anna. Potser no seria mala idea…