Un espacio de lectura y reflexión sobre Gestión Empresarial y Liderazgo. Y si quieres todavía más… todos los JUEVES a las 16:20 (GMT+1), en CAPITAL RADIO, mi sección "QUIERO SER UN BUEN JEFE"
Leo en las noticias que el niño afectado por difteria cuyos padres son contrarios a las vacunaciones, ha muerto debido al agresivo deterioro provocado por la enfermedad en varios órganos de su cuerpo.
El dolor de esos padres tiene que ser indescriptible, no solo por la muerte de su hijo sino porque imagino que deben tener sentimiento de culpabilidad y desearían retroceder en el tiempo para haberlo vacunado antes de contraer la enfermedad.
Este caso, tan triste por dramático y también por evitable, me trae a la mente la tendencia creciente que se está produciendo en las sociedades occidentales de rechazo a los progresos médicos y sanitarios. Estoy cabreado. Detecto una irracional vuelta atrás, un deseo de reinventar la rueda –o incluso de destruirla- en pos de no sé bien qué ideal romántico de vida natural. Es una contradicción criticar desde nuestra posición de sociedad avanzada los avances que nos han permitido serlo. Y una falta de respeto hacia tantos hombres y mujeres que han dedicado su vida, encerrados en laboratorios durante años, a hacernos mejor la vida a los demás.
Nunca comprendí por qué, quienes abogan por la vuelta a estilos de vida anteriores al desarrollo científico e ingeniero, siguen trasladándose en coche o en metro, o utilizando el microondas o la televisión o la radio. O incluso comiendo una paella. Nada de eso es natural. Todo ha sido creado por la maravillosa capacidad de nuestra mente para innovar.
Todo lo que la ciencia, con el apoyo de la ingeniería, ha sido capaz de desarrollar, se ha acabado desarrollando. Y este desarrollo ha venido acompañado, en la inmensa mayoría de los casos, de un mayor bienestar para el ser humano. Y olvidamos en demasiadas ocasiones que, si gozamos de una mayor longevidad, es porque hemos conseguido erradicar enfermedades pandémicas que hasta hace 70 años aniquilaban a poblaciones numerosas. Los programas públicos sanitarios de vacunaciones han cumplido una labor esencial.
No tiene sentido poner puertas al campo. Los avances siempre se acaban aplicando porque son eso, avances.
Consideramos inculto a quien no conoce los nombres de las grandes obras de la literatura universal ni a sus autores, o a quien no tiene un vocabulario amplio y preciso, o a quien no sabe situar en un mapa a los países con mayor influencia global, o a quien no conoce los hechos históricos más relevantes de nuestro tiempo. Pero podemos ir por la vida demostrando incultura matemática, científica o histórico-científica, y además queda hasta muy cool decir ‘es que yo no soy de ciencias’. Y no pasa nada. Sin embargo, flagelamos verbalmente a quien no sepa quién escribió el Quijote. ¿Por qué este enorme desequilibrio? Cultura es el compendio de conocimientos del pasado que enriquece y hace evolucionar nuestro presente. Cultura es la máquina del tiempo que nos traslada al futuro. Conocer, aunque sea a muy grandes rasgos, qué avances me han traído hasta aquí y me han permitido incrementar las probabilidades de estar vivo para poder escribir este artículo y a ti para leerlo, también es cultura.
Me cuesta comprender el crecimiento de los colectivos que abogan por una vuelta atrás en cuestiones sanitarias. La síntesis química de medicamentos, tan denostada por algunos, nos ha permitido alargar la esperanza de vida con una calidad muy aceptable. La mortalidad infantil se ha reducido espectacularmente en los últimos cincuenta años. Y los cócteles de medicamentos que todos, en mayor o menor medida, acabamos tomando en el último cuarto de nuestra vida, nos conceden precisamente la posibilidad de disfrutar esa extensión de vida.
Tan solo puedo alcanzar a comprenderlo desde un falso romanticismo de salón, consistente en un deseo de conexión con la Naturaleza perdida. Por supuesto que hay cosas que mejorar y graves errores que corregir en cuestiones medioambientales. Pero eso es todo, no volvamos a las cavernas. Olvidamos algo tan simple como que Felicidad es aquello que nos hace feliz, no aquello que proviene de la más remota naturaleza.
Daniel Sánchez Reina
Conectar con la naturaleza no significa cerrar la puerta al progreso. Es más, hoy en día, la innovación nos permite mejorar algunos procesos para reducir el artificio en la elaboración de muchos productos. De hecho, hoy en el mercado hay muchos de esos productos que son más naturales que hace diez años porque hay «mentes» que han encontrado la manera de mezclar ciencia y naturaleza y han mejorado procesos y reducido conservantes y colorantes… Hay que encontrar un equilibrio y no cerrarse. La ciencia evoluciona y nosotros también. Se puede ser muy natural y a la vez innovador.
¿Dónde estaríamos ahora sin haber descubierto la pasteurización?
Gracias! una buena reflexión!
Gracias por pasarte por aquí, Mercè. Coincido plenamente en el planteamiento.